Pinochet

Confieso que soy admirador del pueblo chileno, en donde tengo muy buenos amigos. Cuando ví las noticias el pasado domingo sobre la muerte del General Augusto Pinochet, sentí un sentimiento de la conclusión de un capítulo triste y oscuro en la historia chilena.

En el adiós a Pinochet lo mejor es darle la espalda al tirano y un abrazo fraternal al Gobierno de Chile y a todos los chilenos. Es hora de detenerse a llorar por los ausentes como mandan los versos de Pablo Milanés y de ensanchar aún más las grandes alamedas por donde camina el hombre libre para construir una sociedad mejor, como proclamó Salvador Allende en uno de sus últimos discursos.

Pinochet ha encarnado todo lo que repugna a las conciencias civilizadas: el golpismo, el totalitarismo, la fuerza bruta como única fuente de legitimidad, la corrupción, el desprecio de la vida humana y de los derechos de las personas. Su figura forma parte de lo más negro del siglo XX, que ha sido pródigo en dictadores.

Hoy es el día de recordar a las víctimas de su odioso régimen y reforzar nuestra voluntad de que en el siglo XXI no haya más tiranos como él.