Los Obama y otras parejas presidenciales
15 Ene
La última vez que en la Casa Blanca hubo una pareja tan poderosa como la de Barack y Michelle Obama, fue cuando Bill e Hillary Clinton eran los anfitriones de la masión presidencial. Es posible que antes de los Clinton, fuesen Ronald y Nancy Reagan. Y, con anterioridad, John y Jacqueline Kennedy, y antes, Franklin y Eleanor Roosevelt. Son parejas en las que ambos, el presidente y la primera dama, se involucran en los temas nacionales, en la conformación de la agenda presidencial, en discusiones con los colaboradores del presidente, y en el apoyo mutuo y recíproco de ambos roles, el del presidente y el de la primera dama.
Es muy diferente el caso de Laura Bush, Pat Nixon, Barbara Bush y Betty Ford, quienes se limitaron exclusivamente al rol de primera dama, y solo hacían las actividades externas que les fuesen permitidas por el presidente. Al contrario, Los Obama constituyen una pareja poderosa que han sabido balancear entre la vida en familia y la vida pública. David Remnick ha escrito en The New Yorker un artículo titulado State of the Union, en el que describe cómo viven los Obama:
The Obamas draw a pretty tight curtain around themselves. They eat dinner together in the residence at least five days a week. Michelle goes to bed at nine-thirty or ten, while the President does paperwork in the Treaty Room. They have a very small circle of friends. They do not go out of their way to seek out new people. (“The decision came with a price,” Kantor maintains, “reinforcing the already severe isolation of the presidency.”) The Obamas are “virtual prisoners” in the White House, something that rankles them both. The President tries to pierce the bubble by reading ten letters a day from ordinary people. Michelle shops online using a credit card registered to another name. When the Obamas wanted a swing set for their daughters, Sasha and Malia, the chief usher, Rear Admiral Stephen Rochon, visited the factory in South Dakota to inspect it. At Malia’s school, the fifth-grade band played once for the parents and siblings and once for Barack, Michelle, and Sasha. Michelle is the kind of helicopter parent that you might be if your helicopter was Marine One: she demands that Sasha and Malia finish their homework a day in advance when possible, and asks for written reports on their travels. She even persuaded the girls’ piano teacher in Chicago to relocate to Washington. When it comes to politics, Michelle presses the staff for clearly defined projects, no “one-offs,” but, in the end, won’t spend more than a couple of days a week on these projects.
De cara a las elecciones de este año, Jodi Kantor, en su libro The Obamas, ha expresado:
Ahora que su marido se enfrenta a una dura lucha por la reelección, las cosas han cambiado: la primera dama ha comunicado a sus asesores que va a ir a por todas. Puede que en ocasiones Michelle Obama haya sido una detractora interna, pero también es la defensora más acérrima de su marido. Aunque sigue evitando entrar en detalles al hablar de política o estrategia, ahora tiene el papel que persiguió, el de amplificar el mensaje del presidente. Ha hablado junto a él en Fort Bragg, Carolina del Norte, sobre el final de la guerra de Irak, poniendo el foco en su propia iniciativa de contratar excombatientes para defender las leyes laborales atascadas de su marido, y hasta ha compartido su discurso semanal por radio. «A mí me parece que está más contenta de lo que la he visto nunca a lo largo de este proceso, desde que él se presentó como candidato a presidente, lo cual es muy bueno», comenta David Axelrod.
Solo imaginarse la presión a la que deben estar sometidos en el ejercicio político más escrutado del mundo, es para vivir una experiencia inigualable. Barbara Walters entrevistó a Los Obama en diciembre del 2011. El video de la entrevista, aquí.
Desde estas latitudes, es admirable ver cómo los Obama han logrado articularse como una pareja presidencial, que está consciente del papel que deben desempeñar, en una sociedad que los observa y que, en muchos ámbitos, los tiene como modelos. Sin dudas, que son muy distintos a los Clinton, los Reagan y los Kennedy, pero, ese legado, les ha servido para estructurar su propia identidad. El matrimonio funciona. Es un activo valioso en la política, y los Obama lo saben.
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