Ann Romney o cuando la nobleza obliga

29 Ago

http://youtu.be/4p3GFBdnCGo

 

Pocas veces en la vida una persona tiene la oportunidad única de presentar su historia. Ayer, fue el turno de Ann Romney, esposa de Mitt Romney, en el marco del primer día de la Convención del Partido Republicano que se está celebrando en Tampa, Florida. Su misión era muy clara y específica: presentar el lado humano de su esposo, Mitt.  Es posible que para el auditorio que estaba en el escenario, Ann logró su objetivo. Pero, es muy poco probable que lo hubiese logrado para el auditorio externo. Me explico.

Los Romney forman parte de los WASP, ingleses blancos protestantes que llegaron en el Siglo XVII a Estados Unidos provenientes de Inglaterra y se ubicaron en lo que es hoy Nueva Inglaterra en Estados Unidos, especialmente en Massachussetts y New Hampshire. Son un grupo selecto que siempre honran a su ascendencia y que tienen fuerte influencia económica y religiosa. Para ellos, su éxito personal es fundamental en sus vidas, y es un motivo de alabanza, y más si son mormones. Promover su éxito personal forma parte de la cultura mormón, lo cual no es malo. Es solo un hecho.

El éxito personal de Mitt Romney está a la vista de todos. Es probablemente uno de los políticos americanos de mayor patrimonio y desarrollo profesional. Eso es incuestionable. Por lo tanto, cuando su esposa Ann describe lo que fueron sus primeros años de matrimonio, de que vivían en un sótano y que comían pasta y tuna, comparado con las grandes masiones y el lujo que exhiben los Romney hoy, es difícil aquilatar el lado humano. Por ese lado, el discurso no fue efectivo, pues resulta complejo el relato de la vida de Mitt Romney a la luz de la realidad económica y social que vive Estados Unidos.

Sin embargo, los puntos luminosos de su discurso, fueron cuando trató de proyectar el éxito de su esposo para liderar y gobernar la nación, especialmente cuando expresó: «Mitt no le gusta hablar de lo que hace por los demás, porque él lo ve como un privilegio, no para sacar provecho político».

Otro momento contundente del discurso:

«Nadie trabajará más. Nadie se preocupará más. Nadie moverá cielo y tierra como Mitt Romney para hacer de este país un mejor lugar para vivir».

Lo anterior no tuvo ningún argumento político ni religioso. No se trata de un héroe que va a resolver todos los problemas, ni tampoco es el «WASP» que forma parte de la élite social del país, sino es una apelación a la confianza sobre quien ella ha vivido gran parte de su vida, y quien se ha preparado para ser el presidente de Estados Unidos. Esta parte estuvo brillante. La nobleza obliga.

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Las comparaciones nunca son buenas. Pero, sin dudas, el discurso de Michelle Obama en la Convención del Partido Demócrata en 2008 es insuperable:

 

Muchas lecciones que aprender.

 

 

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