Manuel Rosales y asilo político… Déja vu

26 Abr


La noticia de que Manuel Rosales, líder de oposición en Venezuela y Alcalde de Maracaibo, viajó y solicitó asilo político al Perú, trajo a mi memoria recuerdos muy poco agradables. En el año 1987, mi padre, luego de haber concluido su mandato constitucional el 16 de agosto de 1986, fue objeto de una encarnizada persecución judicial con fines políticos, y me recuerdo perfectamente como un día muy temprano, mi madre me despertó y me dijo que me cambiara de ropa que juntos (mis padres y mi hermana) nos ibamos a asilar a la Embajada de Venezuela en Santo Domingo.

Me reservo por el momento revelar algunos datos sobre esto, pero lo cierto es que a las ocho de la mañana, ya estabamos adentro de la Embajada, técnicamente ya en territorio extranjero, por lo que las autoridades judiciales dominicanas no podían penetrar a la sede diplomática. Pasamos alrededor de unos siete días en la Embajada de Venezuela, y aunque recibimos las atenciones mínimas, no le deseo a nadie que pase por esta misma situación.

El gobierno venezuela, a la sazón presidido por Jaime Lusinchi, negó el pedido de asilo, y el gobierno dominicano autorizó a que mi padre, quien tenía serios problemas de salud, fuese llevado a Estados Unidos. Luego de haberse estabilizado, mi padre regresó a la República Dominicana en 1988, estuvo preso por casi un año, y fue condenado en primera instancia. En el 2001, fue descargado por la Corte de Apelación por no haber cometido los hechos que se le imputaban.

Viendo el caso de Manuel Rosales, la historia es diametralmente diferente. Rosales viajó a Lima, y solicitó su asilo, en un país, que como Perú, tiene una larga tradición a favor del asilo político, pues Victor Raúl Haya de la Torre, líder y fundador del partido APRA, se asiló en 1949 en la Embajada de Colombia y permaneció asilado casi 5 años, hasta que la Corte Internacional reconoció su asilo. Además, el presidente Alan García también fue perseguido judicialmente con fines político. Y tanto García como Rosales son miembros de la Internacional Socialista.

El peor sentimiento que puede tener una persona es tener que abandonar, en contra de su voluntad, a su país por ser perseguido políticamente. Por suerte, existe el asilo político, figura de amplio reconocimiento internacional. Lo ideal sería nunca tener que salir de su país en estas circunstancias, ni tampoco someterse a un proceso en el que las influencias políticas actúan dependiendo de cómo fluyan los vientos.

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