Mi última conversación con Peña Gómez

10 May


Hoy se conmemora el 11 aniversario del fallecimiento de José Francisco Peña Gómez, líder del Partido Revolucionario Dominicano y uno de los constructores de la democracia dominicana. Siempre tengo muy presente mi última conversación a solas con el Dr. Peña Gómez, que, en honor a la verdad, fueron muy pocas y siempre fueron en momentos estelares de su carrera política.

En el verano de 1997, tomé la decisión de aspirar a la Presidencia de la Juventud Revolucionaria Dominicana (JRD), el frente de masas que organiza a los jóvenes del Partido Revolucionario Dominicano, e inicié una serie de recorridos por todo el país. Pocos días después, el compañero y amigo Tony Peña Guaba lanzó también sus aspiraciones a la misma posición, iniciándose una competencia que fue muy saludable, pues dinamizó a los jóvenes del partido. Muchos me decían que iba a ser una competencia difícil, dado que Tony Peña era hijo del Dr. Peña Gómez. Una de las cosas que siempre he tenido muy presente en las luchas políticas es nunca personalizar los objetivos políticos.

Recuerdo que, para diciembre de 1997, y gracias a Hatuey De Camps, quien era Secretario General, me integré a los trabajos electorales del partido, en una Comisión que tuvo a su cargo la preparación de todos los documentos relativos a la presentación de las candidaturas a los cargos congresuales y municipales para las elecciones de mayo de 1998, que por mandato de la ley, hay que presentarlas para el mes de marzo ante la Junta Central Electoral.

Fue para mí una honra tener que trabajar directamente con el Dr. Peña Gómez, en estos procesos, que agotaron largas horas de conversaciones y negociaciones. En vísperas del cierre del plazo de inscripción, recuerdo que el Dr. Peña Gómez me llamaba en horas de la madrugada para que introdujera determinados cambios, siempre bajo la más absoluta discreción.

Terminadas estas jornadas, continué con mis trabajos proselitistas hacia la presidencia de la JRD, hasta que, en los primeros días del mes de abril, recibí una llamada del Dr. Peña Gómez citándome a su casa de Cambita, San Cristóbal. Algo me decía que me iba a hablar de mis aspiraciones, y recuerdo que consulté con mi padre, quien me dió un excelente consejo. Al llegar allí, estaban los compañeros Emmanuel Esquea, quien era presidente del PRD; Tony Raful, presidente en funciones; Peggy Cabral, y me pasaron a una habitación en la que estaba el Dr. Peña Gómez, muy afectado ya por la terrible enfermedad.

Él, Peña Gómez, fue muy franco y directo, y me pidió que declinara mis aspiraciones a favor de Tony Peña, y que aceptara ocupar la Secretaría General de la JRD. Ante este pedido, le dije que, por respeto y por la unidad de nuestro partido, aceptaba su solicitud. Salí de ahí, consciente de que muy pronto se produciría un desenlace. Claro, volviendo a mi realidad, los compañeros que me apoyaban en mis aspiraciones no entendieron, en el momento, mi decisión, aunque después me darían la razón.

Me llevé del consejo de mi padre. Y, gracias a este consejo, puedo decir que, en el 2005, siete años después, Tony Peña apoyó mi candidatura a la Secretaría General del PRD, la cual gané convincentemente. Mi gratitud permanente hacia Tony Peña por este gesto.

Esta conversación con el Dr. Peña Gómez fue una extraordinaria lección para mí, sobre todo para saber que, en la vida política, uno no puede desesperarse. Que hay que tener paciencia, y estar consciente del papel que juega el tiempo en la actividad política. En honor a la memoria del Dr. Peña Gómez, he querido compartir este relato de lo que fue mi última conversación a solas con un ser extraordinario.

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