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Después del discurso, ¿y ahora qué?

1 Mar


Dejé transcurrir, al menos un día, para referirme al discurso del presidente Leonel Fernández pronunciado ante el Congreso Nacional, cumpliendo con la disposición constitucional que establece que cada 27 de febrero (fecha en que se conmemora el aniversario de nuestra Independencia Nacional), el presidente debe rendir cuentas de su gestión.

Palabras Libres ha hecho un excelente resumen de las 41 promesas que hizo el presidente Fernández durante su discurso, y el editorial de El Nacional de ayer sábado (cuya caricatura comparto con ustedes) tiene una conclusión, con la que estoy totalmente de acuerdo: «Con un discurso para justificarse todo indica que la situación seguirá en las mismas…. La pieza, en definitiva, quedó corta frente a las expectativas de la opinión pública».

Fue la novena ocasión en la que el presidente Fernández se presentaba al Congreso Nacional un 27 de febrero. Y, probablemente, de todas las anteriores, no había existido una ocasión, como la actual, para que el presidente Fernández se colocara a la altura de las circunstancias, y pudiera enviar las señales que la mayoría de la población estuvo esperando. Pero, las expectativas, tal como señala el editorialista de El Nacional, no fueron satisfechas.

El presidente Fernández que ví y escuché el pasado 27 de febrero no es mínimamente aquel orador que ví y escuché el 27 de febrero de 1997 o el 27 de febrero de 2005, por citar los «27 de febrero» que subsiguieron a sus anteriores juramentos presidenciales. Ví a un presidente Fernández, teniendo que recurrir a «presentaciones power-point» (cuya calidad, por cierto, dejó mucho que desear), o «a videos virtuales», como los que ya había presentado en alocuciones anteriores, para justificar la actual situación que vive el país.

Nueva vez, más promesas, más palabras, y poca acción. No hablaré de sus anuncios sobre los acuerdos en la denominada «Cumbre de fuerzas vivas», pues dejaré que el tiempo pase y los hechos se impongan sobre la realidad. Sé que algunos de los actores que participaron en esta Cumbre, deben haber saboreado el amargo de la sávila.

Frente a este discurso, lo que nos queda es preguntarnos, ¿y ahora qué? Pues todo seguirá igual, desde el gobierno, con el mismo derroche, con la falta de prioridad en el gasto público y con la ausencia de reorientación en el gasto público. Con un desenfrenado aumento de la deuda pública, y con una ausencia de un plan claro para reducir el déficit de la cuenta corriente del país.

Los ciudadanos debemos prepararnos para días difíciles. Continuar con nuestros propios planes de ahorro y de austeridad. Y, desde nuestra acera, hacer las propuestas de políticas que puedan ser valoradas por la mayoría de los dominicanos para que, en el 2010, nuestra primera cita electoral en este período, las cosas puedan cambiar para bien en la República Dominicana.