La foto: Pepe Mujica en su Volkswagen (modelo 1987)
11 Jul
La imagen vale más que las palabras:
Visto en Lejos de todo:
He vuelto a ver un par de veces el discurso de José Mujica, presidente de la República Oriental del Uruguay, durante la última Conferencia de la ONU en Río de Janeiro. No se trata de una pieza brillante, donde sorprendan los hallazgos geniales. De hecho, su melodía no busca los aplausos. Está en las antípodas de la oratoria rimbombante de Fidel Castro. Citó a Epicuro y Séneca en lugar de al Che Guevara y Carlos Marx. Sus sentencias no suenan ahí como el tintineo fastuoso del espadachín. Poseen la redondez del que se siente parte de lo criticado, aún no correspondiéndole. Se trató de la puesta en escena de los deseos de un hombre sensato. José Mujica tiene un Volkswagen viejo, del año 1987, muy parecido al escarabajo de Nicanor Parra. Es archiconocida la historia de su llegada al Congreso, recién electo, en motoneta y con buzo. El guardia no lo dejó acomodar su moto calandraca en el estacionamiento de los diputados, y cuando le preguntó si se quedaría mucho rato, el Pepe, como le dicen todos, contestó que cuatro años, si no lo echaban antes. Le gusta cultivar la tierra y tiene una chacra en Rincón del Cerro, a las afueras de Montevideo. Es querido y respetado por sus vecinos. En las fotos que lo muestran ahí, aparece gordo y despeinado, con la pinta de un hombre de barrio, contento. “Pobre no es el que tiene poco –dijo en su breve discurso–, sino el que desea infinitamente mucho”.
Pepe Mujica, político excepcional y admirable.
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