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Egbert C. Morrison, el profesor de inglés

11 Abr

El mejor reconocimiento que recibe un profesor es cuando sus alumnos practican y predican sus enseñanzas. Hay profesores que son mentes brillantes, que, sus clases tienen un valor agregado indispensable. No solo cumplen su deber de enseñar la materia para la cual han sido contratados, sino que educan sobre los valores esenciales y necesarios para poder desenvolverse en la sociedad. Hacía tiempo que no leía un homenaje, tan conmovedor, hecho a un profesor por un alumno: Al maestro Egbert C. Morrison, con cariño, escrito por René Fortunato, y publicado en Suplemento Areíto, del periódico Hoy.

Fortunato cita unas palabras del empresario José Luis (Pepín) Corripio, que me permito reproducir:

«El Profesor Morrison fue profesor mío a partir del año 1941. Tenía yo seis años y vivíamos en los altos de la Avenida Mella esquina Santomé. Todo lo que sé de inglés se lo debo a él. Lo cierto es que él no cobró una parte de las clases que me dió, que no era inglés, sino ética, responsabilidad, cumplimiento, puntualidad, desprendimiento. Todo eso lo aprendí yo con el Profesor Morrison durante los diez años que me dió clases».

¡Cuántos Egbert C. Morrison hacen falta hoy día en la educación dominicana!

Con respeto y admiración a sus hijos, Ramón, Heriberto y Mateo Morrison.

El prólogo de Frank Moya Pons

23 Sep

El gobierno del presidente Leonel Fernández, integrado por dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana, es intolerante. No acepta ninguna opinión que no esté de acuerdo con su visión histórica. Porque, en definitiva, y de manera silente, el partido oficial ha querido implantar una nueva historia dominicana, obviando aspectos y elementos fundamentales de la democracia dominicana.

Por eso, cuando René Fortunato, destacado cineasta, publica el libro La Democracia Revolucionaria, con el patrocinio del Senado de la República, incluyendo el prólogo del historiador Frank Moya Pons, desata la ira del presidente del Senado, quien reconoció que, de haber sabido la existencia de ese prólogo con un párrafo del cual no estaba de acuerdo, no lo hubiese patrocinado. Así no se construye la democracia.

He leído el prólogo de Moya Pons, y es el prólogo de un historiador que narra las distintas etapas de la vida de Juan Bosch: El del 1963, el de 1966 a 1978, el de 1978 a 1986, y el de finales de la década de los ochenta hasta su muerte.

El párrafo que molestó al PLD es el siguiente:

«Hubo, finalmente, otro Bosch, que muchos preferirían olvidar hoy, y es el Bosch de la senectud: el hombre que a finales de los ochenta empezó a manifestar síntomas del mal de Alzheimer y que daba continuas muestras de intolerancia y amargura; el político rabioso que peleaba constantemente con sus antiguos amigos, con los miembros de su propio partido, con los periodistas y con los demás políticos: el hombre noble, pero resentido, que fue cayendo lenta e inexorablemente en la decrepitud, como ocurre con tantas cosas en la vida».

Y, a seguidas, agrega:

«Este último Bosch dista mucho, muchísimo, del que René Fortunato retrata en este libro. El Bosch de Fortunato es el Bosch brillante y luminoso, el maestro de la democracia representativa, el pensador y político liberal, el orador deslumbrante y didáctico, el Presidente honesto más allá de lo razonable, el líder político rígidamente coherente con su credo democrático, el verdadero padre de la democracia dominicana».

Ambos párrafos, como todo el prólogo, son juicios del historiador, que retratan la vida de Juan Bosch. Qué distinto, hubiese sido que el PLD, en la voz del presidente del Senado, hubiese saludado ese prólogo, como un ejemplo de la libertad de expresión que, según la Constitución, se vive en la República Dominicana.

Conozco a Frank Moya Pons desde niño. Debería decirlo, al revés, él me conoce desde que yo estaba en el vientre de mi madre. Nos ha tocado vivir momentos estelares, que algún día relataré. Es un historiador excepcional y brillante. Firme, valiente y objetivo. Desde aquí, mis respetos y mi admiración, y mi solidaridad con él, siempre.