La versión íntegra de la entrevista de Lance Armstrong con Oprah Winfrey:
http://youtu.be/OoRcCvWy7b4
La historia de Armstrong con sus sietes victoria del Tour de France parecía un cuento de hadas. La historia perfecta. Sin dudas, lo era, pues, tal como dice Armstrong, a él le gusta tener control de todo lo que sucede a su alrededor. Y, según él, todo el que le acusaba de dopaje, era objeto de ataques virulentos de parte de Armstrong, con demandas, insultos, y la exhibición total de prepotencia y poder.
Basta con ver sus palabras pronunciadas cuando ganó, por séptima vez el Tour de France, que son reproducidas por Winfrey. Totalmente desafortunadas. Increíble que el ciclista laureado fuere un motor lleno de odio y rencor. Pero, ahora, nos damos cuenta de la realidad. No había ningún cuento de hadas ni ninguna historia perfecta. Era toda una falsa. Todos sus triunfos fueron sobre la base de dopaje sofisticado, con complicidad de doctores, masajistas y compañeros de equipo.
Armstrong era el dueño del equipo de ciclismo. Era el «líder». El que trazaba las pautas, y el que no las cumplía, era sacado del equipo. Una faceta totalmente desconocida. Era un monstruo.
Sus respuestas a Winfrey no fueron acompañadas del arrepentimiento, clave para recuperar la credibilidad, lo que no significa que no lo logre, pero será más lento el proceso. Por su parte, Armstrong está ahora en un complicado tinglado legal, en un sistema federal que sanciona duramente el perjurio.
Finalmente, Oprah Winfrey hizo muy bien su papel de entrevistadora. Puso las reglas claras desde el principio. Hizo preguntas claves, aunque no fue incisiva, ni tampoco hizo todas las preguntas. Armstrong perdió una gran oportunidad. Veremos.
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