
Hay hechos que suceden, sin importar el lugar y la distancia, que se marcan en la memoria. El domingo 4 de junio de 1989 es uno de ellos. En enero de ese año había retomado mis estudios de Derecho en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Recinto Santo Tomás de Aquino, pero al mismo tiempo, estaba muy ocupado atendiendo y asistiendo a mi padre, quien, en ese momento, estaba pasando una etapa muy difícil, y tanto mi madre como mi hermana y yo, pasábamos gran parte del tiempo en esas tareas de la vida. Recuerdo que ese domingo, después de almorzar con mi padre, y regresar a mi casa, tenía que preparar unas clases para el día siguiente, y coincidencialmente, sintonicé a CNN, y gran fue mi sorpresa, ver lo que estaba sucediendo con las protestas en la Plaza Tianamen.
Me recuerdo haber visto el video diferido de Bernard Shaw, entonces, la cara visible de CNN, que estaba transmitiendo en vivo desde Beijing, cuando las autoridades chinas lo expulsaron del país por estar difundiendo libremente todo lo que allí acontecía. Las protestas luego fueron diseminadas con la decisión política y militar del gobierno chino de eliminar físicamente a la mayoría de los jóvenes estudiantes que ejercían un derecho reclamando más libertades y menos corrupción.
El símbolo de esta matanza lo constituyó el gesto valiente del hombre del tanque de Tianamen, cuya foto de la autoría de Stuart Franklin ganó el premio de World Press de ese año. Ese gesto de valor, ocurrido el 5 de junio de 1989, al pararse frente a la fila de tanques, detenerlos, y evitar se atropellado, tal como lo habían hecho con otros, fue la luz del entendimiento que entró en la irracionalidad de aquél momento histórico. PBS tiene un excelente documental titulado The Tankman.
Al día de hoy, veinte años después, el gobierno chino no ha divulgado la lista oficial de las víctimas de la Plaza de Tianamen, y tampoco permite que, desde ahí, se reporte o se divulge absolutamente nada. Incluso, China bloqueó a Twitter, Hotmail y Flickr, y ya lo había hecho antes con YouTube. A veinte años de esta masacre, China no ha podido cerrar este capítulo oscuro de su historia, por demás, muy negativa en el respeto de los derechos humanos.
Solo nos queda recordar a los héroes de esta jornada, los jóvenes estudiantes que murieron luchando con la ilusión de tener un mejor país, y en su nombre, anhelar una China más abierta y democrática.
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