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1981, el encuentro con Juan Pablo II

1 Dic


En vísperas de la Semana Santa de 1981. Mi padre estaba llegando a la cúspide de su popularidad. Era ya Candidato Presidencial del Partido Revolucionario Dominicano. Recuerdo que mis padres emprendieron un viaje por Europa. Estuvieron en Portugal, España, Alemania e Italia. En éste último país, tenían concertada una cita en El Vaticano, en una de las audiencias públicas del Papa Juan Pablo II.

Para esa época, El Vaticano permitía que todos los miércoles, el Papa recibía en audiencias públicas. Mi padres fueron formalmente vestidos, como era propio para la ocasión. Mi madre siempre elegante. El encuentro con Juan Pablo II fue inolvidable para ambos. Ya el Papa había estado en República Dominicana en 1979, por lo que obviamente hablaron sobre nuestro país, sobre la familia y sobre la democracia. Y como cosa del destino, la segunda visita de Juan Pablo II a nuestro país fue en 1984, siendo recibido por mi padre como presidente de la República. Por lo que cuando mi padre le recibió al bajar las escalinatas del avión, Juan Pablo II le hizo referencia a ese encuentro de Roma en 1981.

En mi familia, tenemos muchos recuerdos de ambos encuentros de mis padres con Juan Pablo II. En 1984, el Papa le regaló a mis padres una bella representación de la «Sagrada Familia», la cual conservamos. Mi padre siempre guardó admiración por Juan Pablo II. Recuerdo su tristeza y pesar cuando se enteró de su fallecimiento, expresándolo públicamente.

Al ver la foto de mis padres con Juan Pablo II, recuerdo la expresión de Jesús, «la paz os dejo, la paz os doy». Mis padres vivieron en paz, a pesar de toda la turbulencia que sufrieron. Ahora que mi padre está en su undécimo día de coma profundo, luchando por vivir, sé que él está en paz.

1986, el poder es una sombra que pasa

30 Nov

Escribo este apunte en circunstancias muy difíciles. Mi padre se debate entre la vida y la muerte.

Un buen día, a penas a pocos meses de mi padre haber asumido la presidencia de la República Dominicana, el 16 de agosto de 1982, nos dió a Dilia y a mí, el mejor consejo de toda la vida: «No se acostumbren al poder… ustedes van a tener durante cuatro años muchas amistades nuevas, tendrán muchas invitaciones, pero, luego de cuatro años, volveremos a nuestra casa. El poder es como una sombra que pasa. Mantengan siempre su sencillez y la humildad que siempre le hemos inculcado en nuestro hogar».

El 16 de agosto de 1986, cuando llegamos a la casa, después de que mi padre hubiese entregado la banda presidencial, estábamos unos cuantos, sus amigos de siempre. Toda aquella parafernalia que envuelve las mieles del poder ya era cuestión del pasado. Se comenzaba a sentir el sabor amargo de la savila representada en la desgracia política. Ese día escuchamos los decretos presidenciales con las nuevas designaciones en la quietud de nuestro hogar. Se iniciaba una etapa en su vida, marcada por una feroz persecución. Nunca perdiste tu humildad, tu sensatez y tu entereza. Me siento orgulloso de ti.

Hoy, cuando te ví, te hablé. Sé que me escuchaste, y te lo dije: Gracias por tu legado. Definitivamente, el poder es como una sombra que pasa… como la vida misma.

Nota sobre la foto: Mi padre recién graduado de abogado en 1951, sentado en la oficina de la Calle 16 de agosto No.99, en Santiago. Estuve en esa oficina los primeros cinco meses de este año, y era inevitable el recuerdo de esos años.

1989, unión, fuerza y amor

29 Nov

He pasado muchas duras pruebas en mi vida, junto a mi familia. Pero pocas, como la de aquel verano de 1989. Mi padre estaba guardando prisión en la entonces «Cárcel Preventiva La Fe». Mi madre le visitaba todos los días, al igual que Dilia y yo, solo que mi madre permanecía desde las 8am hasta las 6pm, diariamente. Esto implicaba toda una logística en el sentido de que debíamos enviarle el desayuno, almuerzo y cena, cada día. En partidas dobles. A veces, Dilia llevaba el almuerzo, y yo, la cena, o viceversa.

Un sábado caluroso de ese verano, mi madre se despedía de mi padre. Iba cargada con una canasta que tenía los platos de su cena. La celda de mi padre estaba en un segundo piso, por lo tanto, ella debía bajar las escaleras, llegar al primer piso y salir hacia el parqueo. Ocurrió lo impensable:

Bajando las escaleras, mi madre se cayó, y sufrió una terrible fractura en el tobillo y en el pie izquierdo. No quiero recordarme mucho de ese día, pero ha sido la mayor sensación de impotencia que uno pueda sentir. Mi padre, desesperado en su celda, y mi madre, llevada de urgencia a una reconocida clínica privada, en condiciones de gravedad, por su conocida diabetes. Con toda responsabilidad hoy digo que los primeros auxilios que ella recibió no fueron a la altura de su gravedad. Le pudieron un yeso que le provocó quemaduras de tercer grado, y la situación se fue complicando, cada día que pasaba.

Vivíamos, durante esos días, entre la cárcel y la clínica, agustiados. En esas circunstancias, no hubo otra alternativa que viajar a Miami con ella. Debo ser justo, y reconocer que el presidente Joaquín Balaguer autorizó la salida de mi padre, y todos juntos, viajamos a Miami, con el Doctor Escipión Oliveira, un extraordinario profesional de la medicina y excelente ser humano.

Mi madre pasó cerca de un mes internada en el hospital. En su habitación, nos tomamos la foto que comparto con ustedes. Se observa la pierna izquierda de mi madre con unos clavos sobrepuestos antes del tobillo, y los dedos de los pies enyesados. Mi madre permaneció otros meses más en silla de ruedas. Luego tuvo que utilizar calzados especiales.

Mi padre sufrió esto como si hubiese sido él mismo, como yo sé que mi madre sufriría ver a mi padre batallando para salir del estado de coma. Pudimos salir de esta dura prueba, unidos. Mi padre nos enseñó a Dilia y a mi una frase inolvidable, que repetimos antes del almuerzo familiar: «Unión, fuerza y amor… venceremos».

1957, la pareja

28 Nov


Desde que mis padres se conocieron, hubo el flechazo. Su noviazgo fue corto. Mi padre se empleó a fondo para conseguir que mi abuelo materno, Alfonso Mera, hombre de campo, dijera que sí al matrimonio entre Asela y Salvador. Se casaron el 21 de septiembre de 1957. Desde el primer momento, mi madre fue no solo su esposa, sino su amiga, su consejera, su apoyo, en cualquier circunstancia.

Ella sacrificó sus estudios por él, y se convirtió en su asistente. Todas las notas, instancias, documentos y ponencias que hacía mi padre eran dictadas por él a mi madre. Y ella, con su paciencia que siempre le caracterizaba, las transcribía con su hermosa e inconfundible caligrafía. Para esto no había hora, ni días de descanso. Mi padre es muy malo en la máquina de escribir, y es más no recuerdo haberlo visto nunca sentado ante un computador. Todo lo contrario de mi madre. Ella, a pesar de su edad, estaba muy al día en la tecnología. Entre las primeras computadoras Apple que llegaron al país en a principios de los ochenta, una de esas estaba en mi casa, gracias a la insistencia de mi madre. Hasta el día de su muerte, tuvo una Mac.

Solo durante la revolución de abril de 1965, hubo una separación física entre ambos. Por razones obvias. Mi padre estaba en Ciudad Nueva, y mi madre en Santiago. Sin embargo, cuando ocurrió la batalla del Hotel Matum, ambos estaban juntos. Ni siquiera la cárcel los separó más. Cuando mi padre estuvo preso injustamente, mi madre llegaba a la prisión a las ocho de la mañana, y se retiraba a las seis de la tarde. Todos los días. A pesar de lo amargo de esos días, fue una extraordinaria lección de amor.

Mi padre sufrió la diabetes de mi madre, quien la padecía desde los 15 años de edad. Nunca estudio medicina, pero se hizo experto en diabetes. Sabía incluso hasta por la forma de dormir, o hasta por cualquier gesto de mi madre, que ella necesitaba tomarse un jugo de naranja con azúcar. Pocas personas saben que por la diabetes, mi madre tuvo dos embarazos fallidos. Me cuentan que mi nacimiento fue toda una celebración en Santiago, al igual que el de Dilia. Claro, en la medida en que la edad de mi madre avanzaba, la diabetes iba empeorando. Mi padre lo sintió y lo sufrió hasta aquella madrugada del 14 de junio de 2007.

En todos los momentos de la vida pública de mi padre, mi madre siempre estuvo con él. Como abogado, político, Jefe de Estado, padre de familia, esposo, amigo. En los buenos y en los malos. En la luz y en la oscuridad. En las alegrías y en las penas. Hoy, aunque ella no está físicamente entre nosotros, ella está acompañando a mi padre en esta dura prueba de vida. Eso me da mucha tranquilidad. Ellos nacieron en hogares diferentes, pero eran uno para el otro. ¡Qué legado!

1951, el jurista

27 Nov


En 1951, mi padre obtuvo el Doctorado en Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. Se iniciaba un largo ejercicio profesional que lo llevaría a los estrados de casi todo el territorio dominicano. Él fue el primer abogado de la familia. Mi abuelo Pedro María Jorge Arias era comerciante. Mis tíos, Pedro y Lidilia se dedicaron, el primero, a la medicina, y la segunda, al mundo de las artes.

Fue un ejercicio diverso. La foto que comparto con ustedes es también muy poco conocida. Fue tomada en uno de los juicios más famosos de la ciudad de Santiago, en 1954. En el caso de los asaltantes de la sucursal del Royal Bank of Canada. El socio de mi padre, Orlando Cruz Franco (en cuya memoria, me pusieron su nombre), era uno de los abogados de oficio, y el día de esa foto, mi padre estuvo en los estrados. Nótese la gran cantidad de personas que asistían a este proceso judicial.

Luego de la caída de la dictadura, mi padre pertenecía al sector profesional más progresista de Santiago, y por tal razón, junto a destacados empresarios y profesionales, fue uno de los fundadores del Banco Popular Dominicano, y de la Asociación para el Desarrollo de Santiago. Su oficina de abogados se constituyó en una escuela de formación de exitosos profesionales del derecho, y para la década del setenta, era uno de los bufetes más prestigiosos del país.

Paralelamente a su exitoso ejercicio profesional, mi padre también defendió a muchos dominicanos que sufrieron violaciones a sus derechos humanos en los doce años de Balaguer (1966-1978). Mi madre siempre le acompañaba, al extremo que ella formó un grupo de damas que velaban por el cuidado de quienes estaban privados de su libertad en las cárceles de Santiago.

También, en momentos en que una sociedad no entendía lo que era la violencia de género, mi padre fue el abogado de Miguelina Llaverías cuando fue maltratada y abusada en aquellos años oscuros. Siempre he visto el sentimiento de gratitud de Miguelina hacia mi padre, en todos los momentos difíciles, al igual que muchas personas que, en algún momento de sus vidas, recibieron su solidaridad en el ejercicio profesional.

Su legado está recogido en sus libros de texto que son bibliografía obligatoria y recomendada en las clases de Derecho en nuestro país.

El día antes de librar la batalla crucial que lo mantiene en estado de coma desde hace siete días, estaba en su trabajo, como todos los días. Siempre orientando. Ese es mi padre, Salvador Jorge Blanco, el jurista. Tu toga y birrete te esperan.

1965, el constitucionalista

26 Nov


La primera foto es muy poco conocida. Se observa a mi padre, Salvador Jorge Blanco, saliendo de una de las reuniones de la Comisión Negociadora del Acta Institucional que puso fin a la revolución de abril de 1965. A la izquierda, con canas y espejuelos, Ellsworth Bunker, Embajador de Estados Unidos ante la OEA, quién representó a la organización hemisférica en esas negociaciones. Mi padre fue uno de los negociadores por parte del gobierno constitucionalista. Fueron jornadas agotadoras e históricas.

La segunda foto es el momento en que se firma el acta institucional. Figuran Francisco Alberto Caamaño Deñó, presidente constitucional; Jottin Cury, Secretario de Relaciones Exteriores; mi padre; y Héctor García Godoy, quien sería el próximo presidente de la República.

Desde el primer momento, mi padre fue parte activa de la revolución de abril de 1965. Siempre fue y ha sido defensor de la democracia. Nunca estuvo de acuerdo con el golpe de Estado de 1963. Por eso, aceptó ser el Procurador General de la República en el gobierno constitucionalista de 1965. Durante ese período, mi padre vivía clandestinamente en la casa de mi tía, Alina Mera Checo, hermana de mi madre, cerca de Ciudad Nueva. Mis padres estuvieron también en la batalla del Hotel Matum. Cada vez que voy al hotel en Santiago, mi mente se traslada a esa época al contemplar las fotos que están expuestas en la segunda planta. Sus memorias de este período están recogidas en su libro «Guerra, Revolución y Paz«.

Yo no había nacido en 1965. Nací en 1966, pero, puedo decir, que en mi casa aprendí el himno de la revolución: «A luchar soldados valientes, que empezó la revolución, a imponer los nobles principios, que reclama la constitución…»

1982, foto de familia

25 Nov


Hurgando en mis archivos, me he encontrado con esta foto. Fue tomada en 1982, específicamente luego del 16 de mayo. Uno de los momentos estelares de su carrera política. Ya había sido electo presidente de la República. Mi padre, con esa sonrisa que le caracteriza, que permanecerá imborrable en mi memoria, abraza a mi hermana, Dilia, y, en el otro extremo, mi madre, siempre elegante. En el medio de ambas, yo. Veo una y otra vez esta foto, nunca me habría imaginado que a estas alturas, mi madre ya no estaría físicamente con nosotros y que mi padre estaría librando la batalla más importante de su vida, por su propia vida. Orgulloso de mi familia, y del legado de un matrimonio ejemplar.

Obama y Leonel, ¿una visita de Estado?

12 Jul

Hoy se reunirán los presidentes Barack Obama y Leonel Fernández en la Casa Blanca. Algunos, por twitter, me han preguntado si se trata de una visita de Estado. En realidad, no es una visita de Estado, que tiene un protocolo muy especial. Es una visita oficial, de trabajo, de la cual, como es obvio, espero que salgan noticias positivas para las relaciones de ambos países, incluyendo Haití. El presidente Fernández llegará a la Casa Blanca, por una de las puertas laterales, no por la entrada principal. Claro, será recibido por funcionarios de protocolo, pero no recibe los honores correspondientes a su alta investidura. La entrevista con el presidente Obama puede que dure cerca de una hora, en el despacho oval, y luego cada quien sigue su agenda. Si fuera una visita de Estado, en un solo el día, ambos presidentes al menos estarían juntos en tres oportunidades, incluyendo la cena de Estado. De todos los presidentes dominicanos, hasta la fecha, la única visita de Estado a la Casa Blanca ha sido ésta, con la cual tengo gratos recuerdos.

La seguridad de los expresidentes

6 Jul

Por estas latitudes, los expresidentes de la República reciben una pensión mensual (actualmente es de RD$90,000.00, más o menos US$3,000 dólares). También, el Estado le proporciona seguridad militar, que consiste en vigilantes que custodian el hogar, y una escolta que está dispuesta por un decreto presidencial. En el caso de mi padre, él decidió permanecer solo con cinco militares fijos, que se turnan conforme a un horario. Esta no es la regla general, pues ya mi padre tiene una vida más sedentaria, y hay otros expresidentes que son más activos y que su vida necesita de mayor protección. De lo que estoy seguro es que cuando los expresidentes dominicanos salen fuera del país o se trasladan al interior del país, los gastos que generan sus escoltas son cubiertos por los bolsillos de los ex-mandatarios, no por el Estado. La anterior reflexión viene a cuenta de que en Inglaterra, el ministro de exterior William Hague ha pegado el grito al cielo, como popularmente se dice, por los gastos de los escoltas del ex primer ministro Tony Blair que al año, totalizan 250,000 Liras. Entre esos gastos, están cuentas de hoteles de lujo, restaurantes, boletos aéreos, y en fin, toda una serie de gastos que incluso han obligado al gobierno británico ha exigirle a Blair que pague los gastos de su seguridad. Un contraste entre ambas democracias. Una en el primer mundo. Otra en el tercer mundo.

84 años de vida

5 Jul

Mi familia es pequeña, y hoy es un día muy especial. Mi padre cumple 84 años de edad, lo cual nos hace sentir a todos muy felices en nuestro hogar. Son muchas vivencias, historias, momentos alegres y tristes, que él ha vivido, unas veces solo, y otras veces juntos a nosotros. A propósito de este día, el año pasado me entrevistaron y hablé sobre mi padre, lo cual comparto con ustedes.