Rómulo Betancourt, la anécdota
20 Sep
El 24 de junio de 1960, Rómulo Betancourt fue objeto de un atentado financiado y auspiciado por Trujillo. Para esa época, Betancourt tenía adversarios tanto en la izquierda como en la derecha. Lo siguiente ocurrió así:
«Cuando estalla la bomba, es famoso que Betancourt se quema las manos porque el coche está al rojo vivo; y él abre la puerta y logra salir al pavimento aturdido, sin tímpanos. Ha muerto su chófer, y Betancourt saca su revólver y empieza a ver a su derredor. Un edecán – que fue quien me lo contó- se le acerca y le dice: «presidente» y Betancourt le pregunta: «Quién es usted?». «Soy yo, su edecán». «Ah, bueno, sácame de aquí, muchacho.» «Voy a llamar una ambulancia». «No, teniente, usted me saca de aquí pero en coche de cualquiera de los mirones que están viendo este desfile». Señala alguien al azar y dice: «Ese tipo debe tener un carro». El tipo era un portugués, y es en la camioneta de ese portugués que Betancourt se deja conducir nada menos que al hospital universitario, nido de comunistas.»
«Cuando lo van a operar, cuando le van a atender sus primeras quemaduras, con audacia y presencia de ánimo dice: «Convócame al gabinete y convócame a los dos presidentes de los partidos de la coalición. Voy a salir en vivo de aquí y además tengo que hablar en televisión». «No, que lo queremos dormir». «Usted no me va dormir, usted me cura y yo tengo que hablar en televisión».
«Betancourt sale del hospital universitario donde han podido rematarlo. Sale para Miraflores, quiere hablar por televisión. Pero tiene las manos vendadas y le han reventado un tímpano. Su sastre tiene que romper las sisas de las mangas, y Betancourt hace una locución muy breve:
«Conciudadanos, he sido víctima de un atentado de la derecha militar; sé que es Trujillo, este gobierno va a hacer lo que tenga que hacer para sacar a la República Dominicana de la OEA».
«Siempre habló desde un punto de vista muy institucional. Se refería a esa famosa doctriba de que los gobiernos militares tenían que ser sacados de la OEA. Anuncia que estaba en perfectas condiciones, y que iba a seguir al frente y que había fracasado la intentona de asesinarlo.»
«Se apagan las luces, se voltea hacia su edecán y le dice: «Ahora sí puedo desmayarme», y se desmayó. Ese es Betancourt».
Transcripción del libro El Poder y el Delirio, páginas 246 y 247.
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